
La censura y hostigamiento en contra de comunicadores indígenas no es un hecho aislado, desde 2013, las agresiones hacia medios indígenas y comunitarias va desde el acoso del Instituto Federal de Telecomunicaciones hasta asesinatos y desapariciones.
Texto: Kau Sirenio
Fotografía: ONU-México
Marcela salió de la estación de Radio y Televisión de Guerrero (RTG) el 3 de junio de 2017 donde trabajaba como locutora ñomndaa; Un hombre se le acercó no para felicitarla por su cumpleaños, sino para dispararle a quemarropa.
Se despidió de sus compañeros de trabajo y salió caminando a la calle Benito Juárez cuando escuchó los primeros disparos: “De ahí ya no recuerdo, sino hasta que salí de coma en hospital en la Ciudad de México” recuerda.
Ese día cumpliría 54 años y lo iba a celebrar con sus hijos en las afueras de Ometepec, Guerrero.
Su programa de radio que conducía de 7:00 a 9:00 era el único que se transmitía en ñomdaa y se le conoce por la forma de como arranca con el conteo de “Cui, we, nde’ (uno, dos, tres)” en la radio paraestatal de Guerrero.
La censura y hostigamiento en contra de comunicadores indígenas no es un hecho aislado, desde 2013, las agresiones hacia medios indígenas y comunitarias va desde el acoso del Instituto Federal de Telecomunicaciones hasta asesinatos y desapariciones.
El lugar donde fue atacada está en pleno centro de Ometepec; datos que proporcionó el gobierno de Guerrero ese día señala que Marcela recibió una bala que le atravesó la boca hacia la oreja.
“Querían silenciarme a balazos, porque de otra forma no pudieron; Ni con cárcel ni encerrándome en la oficina de RTG-Radio pudieron conseguir que yo dejara de hablar mi lengua materna en la radio” dijo Marcela en una entrevista con TatyiSavi.
Marcela de Jesús Natalia, aparte de despeñarse como comunicadora ñomdaa, en su comunidad organizaba actividades con las mujeres lo que le valió el liderazgo comunitario; fue funcionaria municipal y presidenta del DIF en Xochistlahuaca.
Mientras que en la radio promovía la cultura y su lengua materna: “Llegar a la radio no fue fácil, porque no había paga, sí que lo hacía por el amor a la cultura; cuando pude conseguir un espacio como supernumeraria empezaron a pagarme, pero no fue sencillo” confía al reportero.
Desplazada por la violencia, aprovecha los espacios para denunciar la agresión que sufrió en Guerrero: “Ahora resulta que yo tengo que salir huyendo de mi trabajo, de mi pueblo y dejar a mi familia, cuando los que deberían de estar desplazados son los perpetradores”.
Ataviada de su huipil tradicional de Xochistlahuaca, Marcela toma un sorbo largo de su te de limón, mueve los brazos luego retoma la plática con el reportero.
“Ustedes están en la ciudad porque aquí trabajan, no están desplazados y eso es una ventaja; para uno que tuvo que dejar todo, es triste; yo no decidí estar fuera de mi casa, me obligaron a hacerlo a base de violencia, esto es lo que duele” dice con tristeza.
La conversación con Marcela fue varias veces, en una ocasión invitó tamales de arroz con carne de puerco; la lejanía de su familia no impide que el sabor de Guerrero llegue a su mesa donde siempre hay café con aroma del sazón en el comal ñomndaa.
A Marcela le preocupa como regresar a su trabajo en Ometepec porque no hay garantía, dice que el perpetrador fue sentenciado y con el esto se cerró su caso, pero no se investigó a los autores intelectuales: “Ese hombre no actuó solo, fue enviado porque la persona que me quiere ver muerta”.
Sostiene que la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra de la Libertad de Expresión (FEADLE), debió haber investigado a la persona que ella señaló como autora intelectual del ataque, pero que esto no se hizo.
“Soy una comunicadora indígena que por usar mi lengua para señalar a los gobiernos municipales y estatal de no trabajar de lado de los pueblos indígenas me mandaron a matar; me agredieron porque nunca use el espacio radiofónico para mandar saludos a mis paisanos, sino que lo usé para hablar de derechos y cultura indígena, eso molestó mucho a los caciques” señala.
Sin citar el nombre de la presunta autora intelectual, Marcela habla de las múltiples violencias que vivió como locutora y como gerente de la estación de radio en Ometepec: “Fui la única mujer indígena que ocupó la gerencia de la radio, esto no le gustó a mis compañeros por eso tomaron la radio para obligarme a renunciar al puesto”.
Agrega: “Como quitamos varios programas que eran financiadas por políticos locales, eso le molestó porque querían seguir recibiendo prebendas sin hacer producciones radiofónicas”.
La única certeza que Marcela tiene ahora es que recobrar su trabajo y volver a Ometepec es casi imposible, por la falta de seguridad, regresar en esta condición es volver al peligro, sin embargo, tampoco hay mucha claridad con respeto a su estancia por parte de la Comisión de Atención a Víctimas.
A ocho años de esa agresión en contra de la libertad de expresión de los pueblos indígenas, las imágenes de Marcela De Jesús forma parte de la exposición de la ONU-México en sus 80 años.










