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Dominga Rosa: camino sin fin 

En el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas TatyiSavi se une y acompaña a los pueblos indígenas en la exigencia de justicia para los indígenas desaparecidos por el Estado mexicano.

Dominga Rosa lleva 10 años 11 meses y 4 días buscando a Felipe Arnulfo Rosa; el largo camino que las mujeres ñuu savi tienen que recorrer para buscar a sus hijos, hermanos, sobrinos, primos, padres, madres y esposos.  

Texto y Fotos: Kau Sirenio

Doña Dominga Rosa –madre de Felipe Arnulfo Rosa, normalista desaparecido el 26 de septiembre en Iguala– sostiene una pequeña foto de su hijo, a quien busca desde hace más de cinco meses. Ella sin conocer Ayotzinapa, tuvo que sortear brecha entre pinos y carretera lodosa para llegar hasta donde Felipe le dijo que iba estudiar para maestro rural. 

La casa de Dominga está en el lomo del cerro que decora Rancho Ocoapa, en esa población abandonado por el gobierno, viven 164 habitantes. Hay 68 hombres y 96 mujeres. 

Ese día, cuando platique con ella en su casa de tabla que está por caerse, me dijo en su lengua Tu’un Savi (mixteco), que cuando su hijo subía caminando a Rancho Ocoapa, municipio de Ayutla, les llevaba cuadernos y lápiz para sus sobrinos que se quedaron sin papá desde agosto de 2012. 

“Xäku ni ini yu, xá ya kivi na nduku yu ta sé’e Felipe, inn ndara sakan ndoo xí’in, tyi ni na sini kú xá’ani na ñani ra, kuañu ni koo kivi kóo va’a ini yu. (Mi corazón llora mucho, ya han pasado días que busco a mi hijo Felipe  y no lo encuentro, es el único que me queda, porque la gente mala mató a su hermano, por eso no creo que mi corazón viva bien)”.   

Dominga contó en esa plática que el 15 de agosto, Felipe se despidió de ellos y que le prometió a su papá que cuando regresara de vacaciones de diciembre, les ayudaría cortar un pino para sacar tablas nuevas con el cual construirían otra casa porque donde viven  está por caerse. 

Por la noche, Dominga invitó pasar a la cocina de su casa, ahí, sentada al lado de la fogata, recuerda su vivencia en Ayotzinapa desde que les avisaron que su hijo desapareció, dice que pensó que la policía los habían llevado a la cárcel,  así que su esposo consiguió dinero prestado para que los dos viajaran a Tixtla, con lo poco que llevaban lo ocuparon para pagar pasaje y de ahí hablaron con un familiar para que les prestaran algo más para pagar la fianza, si es que eso se necesitaba, pero cuando llegaron a Ayutla les dijeron que su hijo fue desaparecido, así que se trasladaron a Ayotzinapa en donde estuvo 20 días. 

–Kuvi ka’an yu tu’un sa’an, nda ña kuvi ka’an, sa kóo kakan takui xi’in ista. (No sé hablar el español, sólo se pedir agua y tortillas) 

Dominga acepta que no puede entender a otro mundo que se ha ensañado con ella, pero si sabe que las otras mamás y papás que están en Ayotzinapa sufren igual que ella, luego dice que la delincuencia están en todas partes, así como en su pueblo le mataron a un hijo también en la ciudad, matan y desaparecen a los jóvenes. 

“Mi marido Damián Arnulfo Marcos (traducción), sufre mucho, está muy dolido, no duerme, no come,  extraña mucho a Felipe, siempre me habla de él. Cuando estamos en la Ve’e ka’vi (escuela), me platica de sus recuerdos, de aquellos días que nuestro hijo hacía mandado, cuando venía a la casa, se encargaba de limpiar la milpa, el cafetal, la cañaveral, por eso lo buscamos mucho. No es chocante para comer, come de todo, se sienta aquí en la mesita a comer con mis nietos, él es muy trabajador, no es nada flojo, desde muy niño empezó a estudiar” dice.

Después de cenar, Dominga pide ahora que la acompañe al pequeño altar que montó en su casa para recibir a los muertos, ahí, plática con su hijo Victoriano Arnulfo Rosa, ante la luz titilante de las velas que se niegan a iluminar la casa. 

-Yuva mí ka’an yu xi’in un xaa in ña mani/ ku’un na ndukun ñani un Felipe/ ta na ndiko ra ve’e/ kunda un ra/ na koo ña u’uvi na ku ndo’ra (Gran padre te hablo para pedirte un favor/ve a buscar a tu hermano Felipe/tráetelo de regreso a casa/ cuídalo mucho donde quiera que ande/ que no pase dolor y que no sufra donde anda) –dice mientras acomodas el rosario de cempaxúchitl en el altar. 

–Quiero que me platiques más de Felipe, cada cuando viene –le pido en la lengua tu’un savi. 

–Cuando viene me trae dinero, me lo da a guardar para sus gasto, la última vez que vino me dio su dinero, el día que regresó se lo entregué, pero él no quiso llevarlo me dejó quinientos pesos de ese dinero ocupé para que nos fuéramos a Ayotzinapa –recuerda. 

Han pasado 10 años 11 meses y cuatros días  desde que Dominga, Damián y su hija Librada buscan a Felipe. Por su edad, actualmente tiene 70 años, Dominga regresó a Rancho Ocoapa a cuidar los poco animales y la cañaveral, mientras que Damián recorre ciudades, universidades, sierra, ríos y pueblos para buscar a su hijo pero no lo han encontrado. 

A la búsqueda se sumó Librada, hermana de Felipe, ella tenía 20 años cuando el Estado mexicano desapareció a su hermano. A pesar de que al inicio no hablaba español, eso no impidió que ella reclamara justicia. Ahora domina con fluidez el idioma del aparato del Estado que cometió el crimen de lesa humanidad. 

Durante tres años, la familia Arnulfo Rosa hizo una pausa en la búsqueda de Felipe, no es porque no les importara el paradero del normalista que los militares desaparecieron en Iguala, sino que Dominga Rosa se enfermó. Mientras se recuperaba también cayó enfermo Damián Arnulfo, a ambos les hicieron una cirugía. Librada es la única que se quedó a cuidar a la mamá y al papá.

Siguen buscando el paradero de Felipe. Siguen esperando justicia.

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