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Una indígena, entre los finalistas para presidir la CDHCM

Obtilia hizo suya la defensa de los derechos humanos de los pueblos me’phàà y ñuu savi (pueblo de lluvia o mixteco). Desde muy joven denunció el caso de las violaciones de derechos sexuales y reproductivos, como la esterilización de 14 hombres indígenas de Ayutla, Guerrero, en 1998.

Texto y fotografía: Kau Sirenio

Obtilia Eugenio Manuel, de origen me’phàà (tlapaneco), se encuentra entre los ocho finalistas a presidir la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México (CDHCM), lo que pone al Congreso de la Ciudad en la disyuntiva de romper la larga tradición de racismo y el clasismo o mantener la narrativa hegemónica.
La activista oriunda del municipio de Ayutla, Guerrero, no estudió en una facultad de derecho, pero ha pisado salas de juzgados federales y tribunales internacionales como intérprete y acompañante de las víctimas. Los casos más emblemáticos que asistió son los de Inés Fernández Ortega y Valentina Rosendo Cantú, víctimas de violación sexual por parte de elementos del Ejército mexicano en 2002.
«En este país, ser mujer indígena, pobre y sin estudios universitarios son las condiciones para no acceder a espacios públicos. A pesar de que es el año de la Mujer Indígena, eso no garantiza que una activista indígena pueda tener los votos necesarios en el Congreso de la Ciudad para presidir la comisión de derechos humanos», cuestiona.
Obtilia hizo suya la defensa de los derechos humanos de los pueblos me’phàà y ñuu savi (pueblo de lluvia o mixteco). Desde muy joven denunció el caso de las violaciones de derechos sexuales y reproductivos, como la esterilización de 14 hombres indígenas de Ayutla, Guerrero, en 1998; la militarización de la zona me’phàà de este municipio indígena bajo la acusación de existir en ella organizaciones guerrilleras, y las masacres contra la comunidad ñuu savi de El Charco en 1998.
En entrevista con TatyiSavi, Obtilia delinea su plan de trabajo en caso de llegar a presidir la CDHCM: «Mayor atención en zonas de mercados, plazas públicas, centros comunitarios; a grupos vulnerables: mujeres, personas LGBTI+, migrantes y pueblos indígenas».
Además, propone cómo acercar la Comisión a la población: «Reforzar la Unidad Especializada en Violencia de Género y Discriminación; hacer obligatoria la evaluación de impacto de género para cada recomendación, y capacitar de manera permanente al personal en interseccionalidad.
Ataviada con un huipil rosa mexicano bordado de flores, propio de la nación Nancue Ñomndaa (amusgo), Obtilia sonríe como si nunca hubiera padecido la persecución política y militar.
«Soy persona y me duele lo que le pasa a las mujeres indígenas, a los comerciantes, a todas las víctimas de violaciones graves de los derechos humanos. Pero también hay que ser fuerte», subraya.
Nacida en la comunidad me’pàà de Barranca de Guadalupe, municipio de Ayutla de los Libres, Guerrero, la defensora de los derechos humanos de los pueblos indígenas cuenta con el Premio Nacional en Derechos Humanos que le entregó el entonces presidente de México Andrés Manuel López Obrador.
«Yo no sabía qué son los derechos humanos ni sabía que existía un derecho para las personas», explica con el español trastocado que aprendió en el caminar como activista en la costa-montaña de Guerrero.
Sin embargo, dice que lo que más le caló fue un caso de feminicidio que vio en su comunidad cuando tenía ocho años. «Vi cuando llegó el señor a su casa; su mujer estaba moliendo en molino de mano. Ella estaba embarazada; el hombre empezó a patearla, y ella se cayó en un voladero como de quince metros; la levantaron bien sangrada, mientras que la policía se llevó detenido al señor; estuvo una noche encerrado. Al día siguiente lo sacaron para arreglar el caso. Llevaron a la señora para que presentara la denuncia, pero ella nunca habló. Se la pasó puro llorando mientras que el marido se la pasó insultándola. Pero en la comisaría no hicieron nada. Se regresó a su casa y a los ocho días murió porque tuvo un abortó a causa de los golpes que recibió».


El feminicidio contra mujeres indígenas y la violencia estructural hacia las mujeres en la capital del país, la llevó a buscar la CDHCM, pero los consejeros de la institución que defiende los derechos humanos fueron los primeros en discriminarla, al no proporcionarle un intérprete cuando ella presentó su plan de trabajo, a pesar de su evidente falta de dominio del español, debido a que su lengua materna es el me’phàà.
En la conversación, Obtilia dice que busca CDHCM para impulsar cambios profundos en la defensa de los derechos humanos, para que no se repitan más casos de violaciones graves a los derechos humanos que ella vivió en Guerrero por defender la dignidad de las mujeres y de los activistas defensores de derechos humanos de su comunidad.
«Soy premio nacional de Derechos Humanos, pero ese premio es de mucho sacrificio de sangre derramada, de cárceles y desplazamientos. Mataron a mis compañeros de lucha Raúl Lucas Lucía y Manuel Ponce Rosas, presidente y secretario de la Organización para el Futuro del Pueblo Mixteco (OFPM)», denuncia.

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